Una vez más, con todos ustedes: Hernan Casciari
En Discos Libra, la única casa de música de Mercedes, se vendían longplays con diez canciones, cinco de un lado y cinco del otro. La disquería, bien abastecida para un pueblo de provincia, tenía unos tres mil discos, es decir, treinta mil canciones. A precio de hoy: cien gigas. La semana pasada, unos investigadores yanquis lograron reproducir archivos de música que ocupan mil veces menos que un mp3. Discos Libra, la disquería de Mercedes, en poco tiempo ocupará nada más que un mega.
Hace años que no piso esa disquería, si es que existe. En realidad, hace años que no piso ninguna. Años que no huelo un vinilo flamante, que no quito una funda de plástico, que no compro una púa, que no se me quema un disco al sol y me queda sombrerito.
Años enteros que no hago aquel movimiento con el dedo mayor y el índice, pasando veloces portadas de cartón, una tras otra, hasta encontrar la que busco.
Años que no rebobino música con la birome para no gastar pilas, que no pego grabaciones mordidas con cinta scotch, que no pongo pelotitas de papel al casete para volverlo virgen, que no escribo el nombre de las canciones con buena letra azul de imprenta.
Antes, estos rituales ocupaban mucho más que gigas: ocupaban mis tardes enteras. Ahora son temporales ocultos en el cerebro; los pierdo, voy perdiendo las manías de tanto comprimir la música.
El dueño de la disquería de mi pueblo se llamaba Quique Fauri. Era casi un viejo entonces, ahora sé que tenía menos años de los que tengo ahora. ¿Qué será de Quique Fauri? Creo que le dejé debiendo plata.
No sé, me falla la memoria.
Leo además en la addenda que Hernán comienza a publicar en Público todos los martes. Otra buena noticia. Para mi al menos.