Hay días de esos en que tienes la clara sensación de que la vida se escapa entre los dedos. La tenías casi amarrada y se escurre sin que puedas hacer nada. Sí, queda algo que parecen restos en un dedo aquí y otro allá… Pero lo más grande se ha escapado.
«Te deseo lo mejor», me dicen en un mensaje. Sé que es cierto y sincero, pero no puedo evitar pensar que «lo mejor» se me escapa. La inevitable y certera emoción de que el tren sale y no alcanzo a montarme.
Bueno, supongo que no importa, otros trenes vendrán. Otros jefes de estación los detendrán y los harán partir. Otros viajes nos esperan.
Mientras, seguimos en el andén. ¿Verdad papá?